domingo, 21 de abril de 2019

BITACORA DE UNA GUERRA


                                                                        Eduardo Gautreau de Windt*
El poeta pretende ser eterno, trascender los linderos del tiempo y las fronteras, el poeta pretende ser ciudadano del Mundo. Ningún dolor le es ajeno, no se lo permite su sensibilidad.
María Palitachi es una viajera incansable, aspira a ser ciudadana del Mundo, aunque es de aquí… y de allá, pues vive en tránsito
en tránsito he pasado puertos mientras
la guerra de los mundos altera la historia
como una cinta de auto destrucción

María vive de la palabra, como toda poeta. Se nutre de lo cotidiano, pero vive en Guerra. En una guerra constante con lo cotidiano, con el olvido, con los abusos de poder, con las injusticias. Ahora, como Celaya, utiliza su palabra como arma; arma de denuncia. Y recorre el mismo camino de los poeta españoles que cantaron el horror de su Guerra Civil, como el inmenso Miguel Hernández, o los dominicanos como René del Risco, o los nicaragüenses, como su ídolo Ernesto Cardenal; como tantos, antes y después. La verdad es que las guerras han sido motivo de cantos y poemas, al margen del dolor y la destrucción que causan.
Ahora, Palitachi deambula por la cotidianidad de Mesoamérica, y se enclava en la desgarrada Nicaragua que se desangran en una solapada guerra de poder.






 Nica estas cansada
de balas erróneas, cuerpos agonizantes
saqueada de tragar el silencio de tus muertos.

Tu tierra teñida de dolor y de una bandera
que a pesar de todo baila al compás del aire
y resguarda en el recuerdo su libertad.

Nica estas cansada del miedo detonado
que acumula poca esperanza y mucha angustia
por los chavalos desaparecido y silenciados
injustamente entre las rejas del temor.

Nos relata que las calles son senderos desiertos, son senderos de guerra, son sendas para la muerte, nos nombra, como si los conociera, a los muertos, jóvenes que han derramado su sangre por lo que creen. Hace suya una patria que no es suya, mas que no le es ajena, por ser latinoamericana, por ser poeta y, se me antoja, que más aún, por ser tierra de poetas ancestrales, cuna de festivales, y, de manera precisa patria de Cardenal, de Darío, de Gioconda Belli, de Coronel Ultrecho, de Murillo, en fin, de tantos amigos suyos, hermanados por la poesía y el vino, por las noches a la intemperie, al son de las guitarras, y por el polvo de los caminos recorridos, por puertos y aeropuertos, por el dolor y el miedo, por el canto y la risa. Y por último, en la Guerra de Nicaragua, sé que María, ve los recuerdos de otra guerra que vivió, en un abril que no se olvida, hace más de media centuria… en 1965.



Es que María usa su dolor, sus nostalgias, sus vivencias, que le acompañan en su peregrinar por este Mundo, y que luego llevará a cuesta por todo el Universo.
Al final, luego de la lectura de esta obra, sencilla, plagada de cotidianidad, de dolor, de desesperanza y denuncia, por el pueblo hermano, solo me abstraigo al reflexionar en la gran paradoja de la política y la Historia: los sandinistas, ayer, fueron motivo de orgullo, ejemplos de justicia, de libertad, de Vida. Hoy, ellos son los sojuzgadores de su mismo pueblo, ¡Qué ironía!
Ojalá, que así como perduran los cantos de Cardenal a aquella gesta, los cantos de los García Godoy, por aquellos combatientes, por los hombres y mujeres que cayeron luchando por aquella libertad, perdure por lo menos un fragmento de esta Nica de Palitachi, como parte de la memoria de esta misma Nicaragua de hoy. Mientras tanto, para no seguir escuchando las metralletas  y los golpes de los cuerpos jóvenes de hoy que caen en las calles de Managua, ahogo en mi garganta la bella canción que dice: “Ay, Nicaragua, Nicaraguita / La flor más linda de mi querer / Abonada con la bendita Nicaraguita / Sangre de Diriangen”.
Santo Domingo, República Dominicana.
30 de junio 2018
* El autor es poeta, ensayista, narrador y dramaturgo.

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